¿Uranio para Irán? La oscura conexión que nace en el Arco Minero venezolano

El 22 de junio de 2024, el medio RPP Noticias (Perú) publicó un informe basado en un documento del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel, donde se afirma que Venezuela y Bolivia estarían suministrando uranio a Irán. El reporte, aunque sin fuentes verificables ni confirmación oficial del gobierno israelí, describe una “cooperación estratégica y militar” entre Teherán y Caracas, que incluiría el transporte clandestino de material nuclear desde suelo venezolano.

No es la primera vez que el uranio venezolano entra en el radar internacional. En 2009, el diario The Guardian ya advertía que Irán estaba ayudando a Venezuela a buscar yacimientos de uranio en el estado Bolívar, cerca de la frontera con Brasil. Esta zona es parte del denominado Arco Minero del Orinoco, una franja de más de 111 mil kilómetros cuadrados decretada por el chavismo en 2016 como zona de “desarrollo estratégico”, pero que desde entonces ha sido denunciada por su opacidad, militarización, explotación indiscriminada y control por parte de grupos armados irregulares.

En 2017, el portal estadounidense Tucson.com confirmaba que geólogos iraníes y rusos trabajaban junto al régimen de Nicolás Maduro en la exploración de depósitos de uranio en esa región, sin transparencia ni fiscalización internacional. La comunidad internacional ha mostrado preocupación, pero hasta ahora no hay inspecciones ni auditorías de la OIEA en territorio venezolano.

Mientras tanto, informes independientes y reportajes de campo han documentado la extracción ilegal de coltán, torio y oro, bajo esquemas que mezclan crimen organizado, corrupción estatal y desplazamiento de comunidades indígenas. La eventual extracción de uranio en ese entorno implicaría un riesgo de seguridad regional, tanto por el potencial uso militar del material como por su impacto ambiental irreversible.

La noticia publicada en CubaEncuentro el 24 de junio de 2024 retoma el tema, citando el mismo documento israelí que advierte del flujo de uranio desde América Latina hacia el programa nuclear iraní. Aunque la veracidad del informe sigue bajo cuestionamiento, el silencio del gobierno venezolano y la ausencia de inspecciones internacionales refuerzan las sospechas.

Esta situación plantea interrogantes ineludibles:
¿Está Venezuela facilitando uranio para un programa atómico en Irán, país que desde marzo de 2024, según la OIEA (NTN24, 20 de junio de 2024), tiene capacidad de enriquecer uranio al 90% en cuestión de meses?
¿Puede un Estado en crisis humanitaria y bajo sanciones convertirse en eslabón de una red nuclear encubierta?

La falta de transparencia, las alianzas con Irán y la militarización de zonas ricas en minerales radioactivos deberían encender todas las alarmas. Mientras tanto, los organismos internacionales guardan silencio. Y en el corazón del continente sudamericano, bajo el lodo del Orinoco, puede estar gestándose una bomba diplomática, política y posiblemente nuclear.

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