La delgada línea entre la información y la propaganda: cuando el poder abusa del discurso

En tiempos donde la política lo inunda todo, es urgente distinguir entre información y propaganda. Aunque parezcan similares a simple vista, la diferencia es abismal y peligrosa si se ignora: la información busca esclarecer, mientras que la propaganda manipula. Y en Costa Rica, cada vez es más evidente cómo algunos políticos, usando recursos públicos, disfrazan propaganda de supuesta comunicación oficial.

La propaganda solapada es un acto de manipulación. Se infiltra en comunicados de prensa, cadenas nacionales, redes sociales institucionales e incluso en programas financiados con presupuesto estatal. No es casualidad, es estrategia. Se venden logros inflados, se esconden errores, se posicionan figuras, y todo con el dinero del pueblo. Eso no es información. Eso es propaganda.

Muchos ciudadanos, sin saberlo, consumen estos contenidos como si fueran datos neutros. Pero no lo son. Están diseñados para influir, no para informar. Se repite el nombre de un funcionario, se sobredimensionan cifras sin contexto, se lanzan ataques velados a la oposición o a la prensa crítica, y todo desde cuentas oficiales pagadas con impuestos. Esa es la esencia de la propaganda política: utilizar el poder del Estado para sostener una imagen personal o partidaria.

Los recursos públicos no son para eso. Están destinados a servicios, obras, salud, educación y transparencia. No para alimentar el ego del funcionario de turno. Convertir una conferencia de prensa en una tarima electoral es una violación ética. Usar ministerios para construir narrativas a favor de un político es abuso de poder. Y peor aún, todo ocurre ante la pasividad de órganos de control y la indiferencia de algunos medios.

La ciudadanía debe despertar. No todo lo que parece “información oficial” lo es. Hay que cuestionar, analizar, comparar y, sobre todo, exigir rendición de cuentas. Porque cuando la propaganda reemplaza a la información, la democracia se debilita y el poder se perpetúa por engaño, no por mérito.

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