Costa Rica ante la pregunta incómoda ¿víctima o estafador político?

En los últimos días, el país ha presenciado un choque directo entre el discurso presidencial y la realidad que viven los sectores productivos. El vídeo publicado por Werner Alfaro, ganadero y agricultor, abrió una discusión inevitable sobre el estilo autoritario con el que el mandatario enfrenta cualquier cuestionamiento. Alfaro responde a las declaraciones del presidente, quien desde una conferencia de prensa señaló que los agricultores “andan en vehículos de lujo”, mientras él mismo porta un reloj de varios millones de colones y reside en una de las zonas más exclusivas del país. Una contradicción que desmonta la narrativa presidencial de austeridad y sacrificio.

El agricultor también advierte sobre una tendencia preocupante. La vulneración constante hacia instituciones como la Fuerza Pública y las universidades, junto con un discurso que trivializa los riesgos reales del narcotráfico, ha dejado en evidencia a un gobierno que señala al enemigo equivocado. Mientras policías han perdido la vida en manos del crimen organizado, la prioridad del mandatario parece ser enviar a la cárcel a un agricultor acusado de empujar a un oficial durante una protesta. Para Alfaro, esto no es coincidencia sino una estrategia: intimidación abierta contra quienes se atreven a levantar la voz.

Lo más alarmante es la forma en la que el presidente intenta desacreditar a los participantes de las marchas, alegando la presencia de personas con banderas partidarias como si eso invalidara el reclamo social. Costa Rica es un país libre, y que existan individuos con diferentes afinidades políticas no convierte a los agricultores en peones de una agenda partidaria. Reducir la protesta a una infiltración es un argumento débil que solo busca desactivar futuras manifestaciones. El mensaje es claro: disuadir por miedo, no por diálogo.

También preocupa la construcción deliberada de una imagen negativa alrededor del sector agrícola. Alfaro señala que el presidente apuesta por la desinformación para ganar terreno político, desacreditando la institucionalidad y alimentando un clima de confrontación que debilita al país. Sí, hay instituciones que requieren reformas profundas, pero convertir el irrespeto en política pública no es solución. Cuando la crítica se responde con matonismo, ningún sector está a salvo.

La actitud del mandatario revela un patrón. Todo aquel que expone sus contradicciones se convierte en enemigo. Ataca, ridiculiza, señala, desacredita. El guion se repite con periodistas, con universidades, con policías, con productores agrícolas. En este caso, ni siquiera tuvo la disposición de recibir a los manifestantes, pero sí la prontitud para calificarlos peyorativamente ante la opinión pública. El intento de reducirlos a villanos no solo es injusto, es peligroso.

La pregunta que plantea Alfaro trasciende su video. ¿Qué pretende realmente el presidente? ¿Fortalecer al país o llevarlo al desgaste constante mediante la confrontación? Cuando un mandatario insinúa que los agricultores deberían volver a la yunta o sacar sus productos a pie, no está haciendo política, está insultando al motor que ha alimentado a Costa Rica por generaciones. Y cuando esa burla se combina con amenazas de confiscar maquinaria o vehículos, el resultado es un ambiente asfixiante donde el poder se usa para intimidar y no para gobernar.

Costa Rica debe preguntarse con seriedad si este estilo de liderazgo construye o destruye. Porque entre la víctima que dice ser y el estafador político que muchos ven, se abre un vacío peligroso donde la democracia queda atrapada entre la desinformación, el autoritarismo y el desprecio por quienes sostienen la economía real del país.

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