¿Y si la marca del Anticristo ya está entre nosotros… y se llama corrupción?
Opinión | Durante décadas, la enigmática “marca del Anticristo”, descrita en el libro de Apocalipsis, ha sido objeto de teorías que van desde códigos de barras hasta chips implantables o inteligencia artificial. Pero, ¿y si esa marca ya estuviera operando silenciosamente entre nosotros? No como un dispositivo físico, sino como una condición moral activa y destructiva.
Apocalipsis 13 describe una marca “en la mano derecha o en la frente” que habilita a comprar o vender. Muchos lo interpretan de forma literal, pero la naturaleza simbólica del texto bíblico exige ir más allá. ¿Y si esa marca representa una forma de pensar y de actuar? ¿Y si fuera, simplemente, la corrupción?
La corrupción no solo está presente: hoy es normalizada, institucionalizada y hasta celebrada en ciertos entornos. Y lo más alarmante es que quienes actúan con ética se convierten en blanco del sistema. Muchos creyentes enfrentan la prueba en su vida diaria: mantenerse firmes les cuesta oportunidades, influencia o ingresos. Porque el sistema impone una condición para “comprar y vender”: someterse moralmente. Esa sumisión es, en efecto, una marca.
A mí, por ejemplo, me costó el cierre de CRprensa.com. Nunca vendimos nuestra línea editorial ni nos entregamos a intereses ideológicos o políticos. Pero sin dinero no se puede comprar ni vender, y ese fue el precio de mantenernos íntegros.
Esta lectura no es ajena a las advertencias bíblicas. En el Antiguo Testamento, profetas como Isaías, Amós y Miqueas denunciaron la corrupción como una traición directa a Dios. En el Nuevo Testamento, el “espíritu del anticristo” se define como todo lo que se opone al carácter de Cristo. Y Cristo es verdad, justicia, rectitud.
Cada vez que te prestas a la corrupción, niegas tu fe en Cristo. Lo haces —quizá sin darte cuenta— para cerrar un negocio, para ser aceptado, para no quedar fuera de un evento que te genere ingresos manchados por la injusticia. Y entonces, llega aquella frase de Jesús: “Muchos me dirán: Señor, Señor… pero yo les diré: no los conozco”.
La corrupción no es solo un mal ético o legal. Es un sistema espiritual que marca, que condiciona, que divide. Un sello invisible que distingue a quienes se rinden ante un orden injusto, de quienes lo enfrentan con integridad, muchas veces pagando un alto precio.
Muchos cristianos han optado por callar. Algunos líderes han distorsionado el mensaje de Jesús, usando su misericordia como excusa para la pasividad, e incluso empujando a otros a silenciarse. Pero Jesús fue claro: “Si estos callan, las piedras hablarán”(San Lucas 19:40).
¿Estamos en los tiempos del fin? Nadie puede afirmarlo. Pero si buscas señales, deja de mirar únicamente hacia el futuro tecnológico y observa los sistemas éticos que ya dominan el presente.
Y si hoy fueras llamado, si este fuera el último día de tu vida…
¿Sembraste lo suficiente en el Reino de los Cielos?