Las jornadas de 12 horas están matando la estructura social costarricense
Mientras las élites económicas y políticas promueven el modelo de las jornadas laborales de 12 horas como una solución al desempleo, lo que realmente se está incubando es un modelo de país agotado, deshumanizado y funcional al crimen organizado. El impacto de este sistema va mucho más allá del cansancio físico. Estamos hablando de una estructura social en peligro de colapso.
Costa Rica está presenciando un fenómeno silencioso: padres y madres ausentes en la crianza de sus hijos porque sus empleadores les exigen entregarse por completo al trabajo. La supuesta “modernización laboral” ha dejado a cientos de miles de jóvenes sin guía, sin límites, sin referentes familiares. Y esa ausencia está siendo llenada, con precisión milimétrica, por estructuras criminales que sí ofrecen sentido de pertenencia, poder e ingresos inmediatos. No es casualidad que la delincuencia juvenil, el narcotráfico y la trata de personas encuentren tanto terreno fértil en nuestras comunidades más golpeadas por la pobreza y el desempleo.
Los niños no necesitan más horas en soledad ni cuidados de pantalla. Necesitan a sus padres presentes. Pero el modelo de las 12 horas niega esa posibilidad y fuerza a las familias a vivir en modo sobrevivencia. El Estado, por su parte, no ofrece ninguna red de apoyo sólida que compense esta ausencia. No hay acceso suficiente a cuido infantil digno, educación integral, arte, deporte ni orientación psicológica. La ecuación es sencilla: si el Estado no protege y los padres están ausentes, el crimen organizado gana.
En paralelo, se multiplica otra epidemia: la del síndrome del trabajador quemado. Cientos de trabajadores costarricenses enfrentan agotamiento físico, emocional y psicológico. Se levantan cada mañana sin motivación, operando en automático, sintiéndose explotados y descartables. Este desgaste no solo los destruye a ellos, sino que se filtra en sus relaciones familiares, sus vínculos comunitarios, su salud y su capacidad de participar en la vida democrática del país. Un trabajador quemado no puede ser un ciudadano activo, ni un padre presente, ni un defensor de valores.
La cultura del rendimiento máximo a cualquier costo está erosionando los pilares sobre los que se fundó la Costa Rica solidaria: familia, comunidad, educación, salud emocional. Estamos cultivando una sociedad sin tiempo para conversar, para formar, para cuidar ni para pensar. Y ese vacío lo están ocupando las redes de explotación, los grupos narco, los abusadores, los extremistas. La factura llegará más temprano que tarde.
Lo que está en juego no es solo un debate laboral. Es una lucha por el alma del país. ¿Queremos una Costa Rica que produce más pero se descompone desde adentro? ¿O una Costa Rica que protege a su gente, que equilibra la economía con el tejido social, que forma ciudadanos y no esclavos del sistema?
Este 8 de agosto a las 5:00 p.m. en el parque La Merced, el Frente Nacional de Lucha (FNL) convoca a una marcha contra las jornadas laborales de 12 horas. No es solo una protesta. Es una defensa legítima de la familia, de la salud mental, de la niñez, de los valores que aún sostienen lo que queda de nuestra sociedad.
Quienes permanezcan indiferentes hoy, tendrán que asumir las consecuencias mañana. Porque cuando el trabajo se vuelve cárcel y la familia un lujo, el crimen organizado deja de ser enemigo y se convierte en alternativa.
