EL TEATRO CASTELLA RESISTIRÁ: esta ex alumna, así como muchos otros, lo defenderán.

¿Y qué es el teatro Castella para el Conservatorio de Castella? Se los diré. Es el corazón de la institución, el santuario. Es el sitio en donde miles de estudiantes hemos pisado las tablas por primera vez, muchos de nosotros por once años. Es el lugar en donde músicos interpretaron su música, bailarines danzaron, actores tuvieron la oportunidad de enfrentarse a un público por primera vez. Vimos folclor, literatura, poesía coral sobre el escenario; acordionistas encendiendo la atención de todos, aquello era delicioso.

Allí nuestros profesores pudieron ver, una y otra vez, el fruto de su esfuerzo. De NUESTRO esfuerzo, pues el reto era de todos.

Es más que un teatro, es más que un telón y butacas, son los camerinos en donde los artistas se preparaban y entraban en personaje, son las largas horas de ensayo en un salón o frente a las luces, cuando se “corre” la obra completa, por primera vez. Es el salón de los vestuarios, la utilería, donde nace la magia.

Fue el lugar en donde, desde el escenario, cada vez que me presentaba, sabía que mis padres estaban en primera fila, expectantes, porque amaban estar allí para absorber con los sentidos el trabajo de los intérpretes.

Es el foso y los músicos que lo ocupaban con sus instrumentos, que antes de dar un concierto, corroboraban la afinación de esos instrumentos, cada uno por su lado y, cuando el director indicaba que ya era hora de comenzar, había un silencio, levantaba la batuta, luego todos los músicos se convertían en uno solo, con un orden perfecto, en absoluta armonía.

Son las luces que Nico Baker permitió que se pusieran, así como las luces que posteriormente vinieron con las nuevas tecnologías. Son las historias de fantasmas, la leyenda de la bailarina, son los padres de familia esperando que la puerta se abriera para ingresar a ocupar una butaca. Somos nosotros, los alumnos de aquel entonces, aguardando tras bambalinas.

También existía un salón, supongo que todavía, en donde se exponía arte. Era costumbre terminar el domingo familiar en ese lugar, para admirar el trabajo de los compañeros de artes plásticas, de escultura.

En mi caso, tuve la oportunidad de interpretar a una de las huérfanas en el escenario del teatro, siendo muy niña, tercer grado, en el musical Oliver Twist, una de las experiencias que más me marcaron, y que nos llevó luego a conocer otros teatros, como el Melico Salazar, que fue algo impactante para quienes éramos niños en aquel momento.

Todo eso marcó mi imaginario para siempre, pude observar a mis profesores actuar, cantar, así como a mis compañeros. Pudimos presenciar todo lo que conlleva llevar al público un espectáculo, desde que se planificaba un proyecto, hasta que se presentaba al público.

En fin, en un mundo en donde todo se mide por la economía de los colones y los dólares, estas “cosas” parecen no importar. Mas, nunca debemos olvidar, nunca, que en ese lugar se construyó el espíritu de una generación, de muchas generaciones, que ahora dan frutos generosos no solo en el arte, sino en otras profesiones en Costa Rica y alrededor del mundo.

Ante la evidente posibilidad de que ese teatro desaparezca, y que el corazón del Conservatorio de Castella deje de existir, quienes lo amamos daremos un paso al frente.

Otra cosa sería que, por ejemplo, quienes quieren venderlo se comprometieran de manera pública y por medio de documentos legales, con todas las garantías, por ejemplo, a donar ese terreno de una vez por todas y, ¿por qué no?, construir un teatro nuevo, hermoso, una belleza, ojalá con la última tecnología y con más capacidad, en agradecimiento absoluto y, por supuesto, en honor del teatro que tanto ha dado a Costa Rica.

Esa sería una opción que, definitivamente, podríamos valorar.

Opinión de: Mila Argueta Románova, exalumna del Conservatorio de Castella, generación 2005.

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