Camilo Rodríguez cumple hoy veintiocho semanas de manifestarse frente al PANI… ¡Veintiocho semanas!

Camilo Rodríguez Chaverri, periodista y escritor, hijo y padre, mi amigo, mi compadre y mi compañero en la investigación sobre templos, cumple hoy 196 días de manifestarse frente a oficinas del «pani».

Y es que aunque algunas personas (muy pocas) le han dicho ridículo o payaso, la verdad es que la gran mayoría de personas, me atrevo a decir que un 99% de la gente que lo sigue en sus redes sociales, le envían mensajes de motivación y apoyo. Muchas personas que pasan frente al «pani» cuando el está encadenado, o entrevistando a otros padres o madres en situaciones como la suya, o hablando de las canalladas de esa institución nefasta, corrupta y falsa, le gritan , «¡no afloje!». Otros le han llevado un gallito o un café, una vez le dieron una oración a la Virgen. También se han detenido para tomarse fotos con «el loco de los templos» que resultó ser más loco por sus hijos.

Entre los apelativos despreciativos que ha recibido Camilo, un «tipo» que pasó junto a nosotros cuando habíamos terminado una de las transmisiones frente al «pani» en Barrio Luján, le dijo, «¿no le da vergüenza…?» A ver, ¿por qué debe dar vergüenza manifestarse de forma pacífica frente a una institución que ha violentado, de todas las formas posibles, su sagrado derecho de ser padre?

Hay quienes le han escrito que cambie de estrategia. Y, ¿por qué, un padre o madre que necesita ser escuchado, va a cambiar su estrategia cuando el único sordo, ciego y mudo, por conveniencia y desfachatez, es el «pani», la institución que le arrebató su derecho a mantener una relación interfamiliar con tres de sus hijos?

Hasta un funcionario de una de estas oficinas tuvo la osadía de burlarse de su actuar haciéndole un video que compartió en redes sociales. Díganme entonces, ¿quién debe cambiar?

A pesar de todo eso, y de que la prensa lo ha ignorado (siendo una figura pública), y de que algunas «amistades» suyas lo han abandonado, o traicionado, y de que la justicia ha sido lenta, y de que gracias a la inoperancia del «pani», que se deja influenciar por dictámenes y denuncias falsas, incurriendo en falta de principios y actuando con el hígado, sin fundamento ni juicio, ha podido ver a dos de sus niños pequeños en tan sólo cinco ocasiones, durante una hora, desde que todo esto inició, hace más de un año, él, Camilo, sigue en su lucha, valiente, decidido, firme, con tan solo un propósito, uno solo, recuperar la relación hermosa que tenía con sus hijos pequeños.

El primer principio bajo el cual se rige la existencia del «pani» (patronato nacional de la infancia) es, «La obligación prioritaria del Estado costarricense de reconocer, defender y garantizar los derechos de la infancia, la adolescencia y la familia» (Ley 7648, 1996).

¿Cómo es, entonces, posible, que esta institución sea tan inhumana que propicie y estimule la separación de personas menores de edad de un padre que ha demostrado con pruebas y testimonios que es responsable, dedicado y amoroso?

El artículo 3, inciso «d», de la Ley Orgánica del «pani», señala como uno de los fines de esta institución, que debe «Garantizar a las personas menores de edad el derecho de crecer y desarrollarse en el seno de una familia, sea biológica o adoptiva».

¿Cómo es que el «pani» es capaz de arrancar de manera solapada, por debajo de la mesa, sin razones objetivas, a las personas menores de edad del lado de uno de sus progenitores, incurriendo en lentitud y presentando cada día más trabas que dañan emocionalmente a esos niños o niñas y al padre o madre que es separado o separada de ellos?

Te admiro, Camilo. Agradezco tu valentía. Sé que sos la voz de muchos, que, por años, sintieron temor de un sistema jurídico que ataca y deja de lado el principio de «nadie es culpable hasta que se compruebe lo contrario»; de aquellos hombres y mujeres que han sido acusados falsamente e injustamente de abusos contra sus hijos o hijas; de aquellos que estuvieron callados, solos, muertos en vida, porque les arrancaron un pedazo de ella.

El «pani» (todas las veces en minúscula, todas las veces en ausencia del respeto que les tuve), como muchas otras instituciones estatales, requiere reformas. Mientras eso pasa, vos seguí adelante y recordá:

«El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?»
Salmo 27, 1

Berta Cristina Elizondo Valverde

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